Recuerdo como si fuera hoy la sensación de libertad del primer día en que hice una sesión de movimiento expresivo. Acababa de salir de un momento bastante duro; hacía unos tres meses que vivía sola con mis dos pequeñajos. Me había separado, y empezaba un camino en el que estoy todavía: el de liderar mi vida.
Debido a las
circunstancias de mi pasado, yo era una mujer que había reprimido
mucho mis emociones. Desde pequeñita aprendí a contenerme y a no
expresar ante los demás lo que sentía. Ahora, de adulta, mi cuerpo
estaba muy bloqueado: era como tener una coraza aprisionando el
pecho.
Me costaba mucho
sentirme y expresarme. No podía conectar con el cuerpo: lo tenía
como entumecido y no sabía escucharlo.
Aquel día, la
música y el movimiento libre fueron como descorchar una botella de
cava. Mi cuerpo empezó a vibrar con la libertad de expresarse a su
ritmo, fluyendo sin ningún tipo de dirección concreta. En muy poco
tiempo conseguí una apertura y una conexión física como nunca
había experimentado antes.
Ese fue el
detonante de mi interés por formarme también en el movimiento
expresivo: cuando sientes que algo funciona, quieres compartirlo y
ponerlo al servicio de los demás.
AL REENCUENTRO CON EL CUERPO
El cuerpo es la
llave para sentirte y empezar a escuchar tus emociones. Trato
profesionalmente a diario con mujeres que no saben cómo expresarlas
ni gestionarlas, y por ello sé que la gestión emocional es un
aprendizaje que hay que llevar paso a paso, sin agobios. Como
cualquier aprendizaje supone un proceso y una práctica constante
para ir adquiriendo destreza. Es todo un viaje en el que, si lo
deseas, te iré acompañando.
Por ahora, te
sugiero que tengas en cuenta que, para gestionar las emociones, lo
primero es estar conectada con tu cuerpo. Hay diversas maneras y
herramientas: hoy quiero mostrarte como la música y el movimiento
libre te pueden ayudar.
VAMOS POR LA HERRAMIENTA
Dedica un espacio
a la semana para ti: puedes empezar por unos quince minutos. No es
mucho, así que no te costará encontrar un hueco. Al final del post,
te dejo una playlist con diferentes canciones para empezar.
Más adelante puedes hacerte las tuyas con música que te guste.
Busca un lugar en
el que puedas a estar a solas y, simplemente, deja que la música
pase a través de ti. Permite que tu cuerpo se mueva a su ritmo, sin
ningún tipo de dirección concreta. No se trata de bailar como en la
discoteca, si no de sentir y dejarte llevar. Nadie te está viendo,
nadie te juzga, no hay una manera correcta de moverte. No importa si
cierras o abres los ojos, si sigues el ritmo de manera enérgica o
suave. Sólo muévete a tu aire, como el cuerpo te lo pida.
En el transcurso
de este viaje musical empezarás a sentir diferentes emociones de
forma consecutiva. Posiblemente se encadenarán, unas después de
otras. Obsérvalas, no las juzgues, y déjalas que se expresen.
Quizás alguna de las emociones que emerjan te sorprenda, otras te
harán sentir bien o te incomoden. No importa. Todas son tuyas:
validarlas y darles su espacio es empezar a honrar a tu cuerpo y a ti
misma.
Con la música y
el movimiento conectas con tu cuerpo y éste, como hemos dicho, es la
puerta para acceder y liberar las emociones. Repite estas sesiones
cada semana o cada vez que te apetezca o lo necesites. Utiliza el
cuerpo para ejercitar la conexión contigo misma. La expresión
emocional es como un músculo: si desarrollas el hábito cada vez te
resultará más fácil dejarte sentir.
Esta es una de
las herramientas que, personalmente, mejor me han funcionado para el
reencuentro con mi cuerpo. Más adelante iremos trabajando con otras,
para que escojas la que mejor se adapte a ti y a tus necesidades.
Déjame un
comentario para saber tu opinión y cómo te ha ido el viaje con la
música. Nos vemos el próximo mes.
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